Lección
2
EN
EL ARREPENTIMIENTO.
La Palabra de Dios te da la repuesta a esas vitales preguntas, ella es “lámpara
para nuestros pies y lumbrera para nuestro camino.” En Mr. 1:14-15 se nos
dice que nuestro Señor Jesucristo, “... vino a Galilea predicando el
evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de
Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”
Cuando nuestro Señor envió a los 12 discípulos para predicar, se dice
de ellos que, “y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.”
(Mr. 6:12). Nuestro Señor Jesucristo
nos encierra
a todos diciendo en Luc. 13:3, “... si no os arrepentís, todos pereceréis
igualmente.” Y a una multitud de compungidos pecadores el apóstol Pedro
les manda en Hech. 3:19, 30-31: “Así que, arrepentíos y convertíos, para
que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor
tiempos de refrigerio”. Por
todo lo visto, la Palabra de Dios nos dice que el punto de partida para una vida
cristiana es el arrepentimiento.
Nuestro Señor ilustra el arrepentimiento mediante la parábola del hijo
prodigo en Luc. 15:11-24. Esta es la historia de un pecador que se arrepiente de
su pecado y es perdonado. En esta parabola el Señor nos muestra el caso de un
gran pecador con el fin de exaltar el abundante perdón de Dios para quienes
reconocen su condición y recurren al Salvador por medio de la fe.
El Señor te hizo
y te ha cuidado todos los días de tu vida, pero le dijiste: "Dame
la parte de los bienes que me corresponde." Cada vez que ignoras,
pisoteas y violas la Ley de Dios, eres culpable del mismo pecado del hijo pródigo.
"Dame mi herencia". El hombre no tiene derecho a hacer
con su vida lo que quiera,
porque como creador, Dios es el dueño de la vida; le debemos a Él
nuestra existencia y ante Él somos responsables de lo que pensamos, decimos y
hacemos. Dice en Ecl. 11: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer
tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón
y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará
Dios.”
3.-
Por tu pecado está muerto.
"Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido." Tú
estas físicamente vivo, pero muerto e insensible a las realidades espirituales.
El Señor contrasta la vida cristiana con tu condición (Ef. 2: 4-5).
"Mi
hijo .... se había perdido y es encontrado." Desde el momento en que
decidiste vivir independiente de Dios, te perdiste, porque te apartaste de la
fuente de la vida. El hijo pródigo estaba en una situación de hambre y miseria,
de locura y muerte; de perdición y esclavitud.
"Tengo
problemas y el único que los puede solucionar es mi Padre."
"Le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra tí; ya no
soy digno de ser llamado tu hijo".
3.-
El pecador arrepentido se levanta para cambiar el curso de su vida en relación
a Dios:
Él no se queda sólo en deseos: "Y levantándose vino a su Padre
...”. Él comprende la insensatez de una vida sin Dios y las consecuencias
funestas para la vida presente y venidera, y se arrepiente.
Él no trata de mejorarse, no espera a proveerse de un vestido de
justicia. No espera a experimentar sentimientos más profundos o convicciones más
intensas. Se coloca, de una sola vez por siempre, en las manos del Señor,
seguro de que el Señor hará con él, lo que él debe de ser.
1.-
Un deseo sincero por hacer la voluntad de Dios.
Después de toda una vida de espaldas a Dios y pisoteado su bendita ley,
el pecador arrepentido es alguien cuya pasión principal es vivir para
glorificar al Señor. Antes le decía a su padre: "Dame la herencia que
me corresponde.". Pero ahora le dice: "Hazme como a uno de tus
jornaleros.". Antes la rebeldía había llenado su corazón, pero ahora
la sumisión es su gozo (Sal. 119:59-60).
2.-
El Señor le da al pecador arrepentido un recibimiento perdonador (Luc.
15:20-24).
Esta escena destaca el resultado del arrepentimiento. ¿Qué pasó cuando
el hijo pródigo se arrepintió? Cuando David pecó todo su ser fue afectado con
el pecado, su vida emocional, su mente, su voluntad, su conciencia.
Nota sus palabras en el Sal. 32: 1-5.
El Señor Jesucristo nos quiere mostrar el corazón de nuestro Padre Dios,
"Lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se hechó
sobre su cuello, y le besó... "
(Ver Ez. 18:
30-32).
Esta parábola no es simplemente una bonita historia, sino que es la
descripción de aquella realidad espiritual que acontece en el corazón de Dios
mismo cuando un pecador se arrepiente y acude ante Él arrepentido, refugiándose
en la justicia de nuestro Señor Jesucristo.
Y la verdad es que el pecador no puede entender el hecho de que Dios
corra hacia Él y lo abrace con un amor perdonador, pero esa es la verdad
ilustrada en esta parábola (Ver Is. 55: 6-7). El perdón de Dios es completo,
restaurador e inmediato. Yo quiero finalmente preguntarte:
¿Hiciste tú lo que hizo el hijo pródigo? ¿Le confesaste tus pecados
al Señor? ¿Piensas tú, como el hijo pródigo, que no mereces ser un miembro
de la familia de Dios? ¿Se evidencia, en tu vida de amor a Dios, que realmente
te has arrepentido? ¿Te rendiste a los pies del Señor para servirle por el
resto de tu vida? ¿Amas a Dios a medias?
En Mal. 2:2 dice el Señor: "Si no decidís de corazón dar
gloria a mi nombre ... enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras
bendiciones....porque no os
habeís decidido de corazón.”
La vida cristiana comienza donde comenzó el hijo pródigo: reconociendo su condición de pecador y levantándose para venir a reconciliarse con Su creador. Amén.