Lección
6
El
Costo De Seguir A Cristo
Luc
14:25-35
Vivimos en un mundo en donde la gente quiere todas las cosas gratis. Hoy
a las personas les gustan las cosas fáciles, que no le cuesten mucho sacrificio,
que no involucren mucho costo y trabajo para ellos. Y esa misma mentalidad ha
sido abrazada por muchas iglesias, las cuales presentan un evangelio sin ningún
costo.
Dicen: Tú puedes el ir al cielo gratis. Venir a
Cristo gratis. Obtener la paz gratis. Tú puedes ser feliz de una manera
gratuita. Tú puedes ser cristiano y no tienes que pagar ningún costo, no hay
demanda para ti. Todo es de gratis.
En el texto de Lucas 14 que acabamos de leer, el Señor
nos habla del costo que se debe de pagar para entrar al cielo, a disfrutar de la
vida eterna y de la inmortalidad de los seres angélicos y celestiales.
I.-
En Primer lugar Cristo nos llama a Conocer el Costo.
¿Cuál es el costo o el precio que debemos de pagar para ser cristianos?
En los versículos 26, 27, 33, el Señor nos presenta el costo que tú deberás
pagar si es que vas a ser un hijo de Dios, un ciudadano del reino de los cielos:
“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos,
y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo...
Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede
ser mi discípulo.”
1.- En el versículo 26 se nos presenta el primer costo
a pagar para seguir a Cristo, y este primer costo tiene por nombre ABORRECER.
El texto no está enseñando que los discípulos de Cristo deben
tener mala voluntad frente a sus familiares, que debas odiar a sus progenitores,
o tratar con desprecio y desdén a su familia.
Lo que sí se nos está enseñando aquí es
que esos parientes no deben ocupar el lugar supremo en nuestras vidas, aquel
lugar que le pertenece a Dios por creación y por redención. Nada ni nadie debe
de estar allí, sólo Dios, en la Santísima Trinidad, ha de sentarse en el
trono de nuestras almas.
Ni a papá, ni a mamá, ni a hermano, ni a hermana,
ni a esposo, ni a esposa, ni hijo, ni hija les corresponde la supremacía de
nuestros afectos y sentimientos. Nada
ni nadie debe ser amado tanto como amamos a Dios, ni adorado tanto como le
adoramos a Él.
Cuando el Señor Jesucristo llega a nuestras vidas,
todo debe ser removido y arrancado de la sima, del pico de la montaña de
nuestros afectos. Cristo debe ser colocado donde se encuentra, digamos, Juan
Pablo Duarte en la sima del pico Duarte.
Y la razón de esto Él la expone en Luc. 16:13: “Ningún
siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro,
o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las
riquezas.”
Para
ser cristianos una demanda, uno de los precios a pagar es que Cristo se siente
en el trono de nuestros corazones para reinar desde allí en nuestras vidas.
2.-
El Segundo Precio que Debes de Pagar es TOMA TU CRUZ.
Versículo 27: “El que no carga su cruz y viene en pos de mí, no
puede ser mi discípulo."
El Señor aquí no nos está diciendo que
debemos de tomar una cruz de madera para cargarla sobre nuestros hombros todos
los días. Lo que Cristo sí nos dice es que debemos de cargar son
aquellas cosas que la cruz en sí misma representa, esto es, vergüenza, oprobio,
rechazo, maltratos, persecución, incomprensión, humillaciones.
En Hebreos 12:2 se nos llama diciendo: “Puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la
diestra del trono de Dios.”
Por ser cristiano no esperes aplausos. Por ser
santo no esperes comprensión, sino una cruz, ese es un precio.
Ser un cristiano nunca ha sido la moda. Nunca ha
sido lo deseable. Nunca ha sido el ideal del mundo. La vida cristiana no es el
lugar para agradarle a todo el mundo, para ser famoso y aceptado por los demás.
Este es un precio que tendrás que pagar. Te verás relegado, criticado,
incomprendido, rechazado y humillado muchas veces.
A alguien de la iglesia le dijeron una vez que ella
se había encajonado después que se convirtió en cristiana.
El primer costo para ser cristiano es que debes
colocar a Cristo en el lugar supremo de tu vida. Ese es el primer costo. El
segundo costo para ser un cristiano es que debes de tomar tu cruz cada día para
seguir a Cristo.
3.-
El tercer costo a ser pagado por ti, si has de ser discípulo de Cristo, es
ENTREGAR TUS RIQUEZAS A ÉL.
Versículo 33: "Así pues, cualquiera de vosotros que no renuncie
a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo."
En este caso Cristo no se refiere solamente
a tus familiares, o tus relaciones con el mundo. Aquí Él se refiere a:
Tu cartera
Tus posesiones
Las cosas materiales que rodean tu vida
Tu estilo de vida
"Cualquiera que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi
discípulo". La palabra " renunciar" que aparece aquí
significa despedirse de algo o de alguien. Todo quien no esté dispuesto a
decirle adiós a sus bienes materiales, a sus posesiones y títulos, dice Cristo
que no puede ser su discípulo.
Lo que Cristo está diciendo es se debe colocar la
cartera y la cuenta bancaria a Sus pies. Las posiciones materiales, las cosas
materiales que rodean vuestras vidas, todo, debe ser traído y rendido a Sus
pies.
"Así, pues, cualquiera de vosotros que no
renuncie a todas sus posesiones, no puede ser mi discípulo." Ese es el
precio para ti, querido amigo. Despide todo cuanto te estorbe para darle a
Cristo el primer lugar en tu vida. Dile adiós a todas las cosas que el mundo
tiene por sublimes. Déjalas que se vayan. No las retengas.
Y la demanda básica aquí es que las posesiones
espirituales deben ir primero, como se enseña en Mateo 24:35: "El cielo
y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." Mi amigo, si el
Señor Jesucristo no es el primero en tu vida, arrepiéntete, entrégale tu vida,
pues Él es el bien de mayor valor que tú tienes, y tendrás una vida nueva
viviendo para la eternidad, por siempre, sin fin.
En Cristo podrás tener nuevas relaciones con tus
familiares, nuevas relaciones con el mundo, nuevas relaciones con las riquezas
del mundo.
La demanda es que sólo Jesús de Nazaret,
Emmanuel, el Señor Jesucristo, el Mesías, el Dios Consejero Fuerte, el Creador
y Sustentador de todas las cosas que posees, incluyendo tu propia vida, y sólo
Él, y nada más que Él, reine en tu alma.
Ese es el costo a pagar por ser un cristiano. Debes
pedirlo. Debes decirle a adiós a todo lo que ocupa el lugar de Dios en tu vida.
Adiós a tu ego, a tus pasatiempos en el día del
Señor, a tus modas favoritas, a mucha de tu música favorita, a muchos de tus
programas favoritos, a muchos de tus amigos y amigas íntimos,
a muchas de tus metas terrenales, para poder alcanzar, para entonces
obtener, las celestiales.
Tendrás que renunciar a muchos de los placeres y
encantos retorcidos y perversos que el mundo te ofrece.
Aplicaciones.
Cuidado con el cristianismo fácil: Sin cruz, sin costo, sin obras.
A nuestra humanidad caída le gustan las cosas fáciles.
Se siente bien en una iglesia donde el Pastor no predique tan fuerte. En una
iglesia donde los hermanos no busquen frutos de amor y se promueva esto con celo.
Donde no se establezcan los parámetros y demandas de la santidad. Donde la
conciencia no sea perturbada.
Ahí tú te sientes bien cómodo, te sientes a
gusto, porque ahí no te demandan despojarte de nada. Ahí puedes ser cristiano
y a la vez vivir como un impío, sin pagar el precio de ser discípulo.
¿Te ve tu cónyuge, tus hijos, tus hermanos, tus
amigos, el mundo cargar la cruz y pagar el precio de esto?
¿Piensas que podrás entrar al cielo y disfrutar
la vida eterna sin levantar la cruz de Cristo, sin amar a Cristo sobre todo, sin
rendirle todo lo material a Él?
No te servirá de nada un cristianismo fácil,
porque está establecido, "Sin santidad nadie verá al Señor."
Dice en Lucas 14:28-32: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo
edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo
que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y
no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
¿O qué
rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si
puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no
puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide
condiciones de paz?”
El constructor calcula el costo de los materiales,
para ver si tiene con qué edificar. El general calcula su ejército para ver si
le puede hacer frente al enemigo.
Así mismo, tú debes calcular el costo de seguir a
Cristo, y al descubrir qué te falta, ¿qué debes de hacer? ¿Cruzarte de
brazos? De ninguna manera. En Isaías 55: 1-2, te dice qué hacer.